sábado, 27 de diciembre de 2014
Probaré a mirarme desde lejos. No decir cuáles son mis sensaciones. Ni siquiera sucumbir al placer de los excesos verbales. Pasar de puntillas por mis recovecos y no entrar en los detalles. Olvidar algunos de mis sentidos. Hacer caso omiso de esas percepciones. Callar a golpe de tecla rápida cualquier intento de contar demasiado de mí.
Disfrazar con palabras huecas algunas cosas obvias. Esconder entre comillas todo lo que sé que te asusta. No abusar de los puntos suspensivos para que no se me confunda. Darte el gusto de tener que adivinar por tu cuenta. Ceñirme a las primeras impresiones sin dejar que se transformen en terceras. No cerciorarme, a cada paso, que resulto demasiado transparente.
Transformar mi normalidad en normalidad extrema. Sentir que fluye todo hacia afuera sin por ello torturarme. No cambiar del blanco al negro o del frío al calor sin probar los espacios intermedios. Dar cabida a lo que de verdad importa. No tener miedo ni provocarlo. Indagar sin resultar demasiado curiosa. Perderme en lo nuevo que ya era viejo y estar al día.
En una palabra... ver con otros ojos, tocar con otras manos, oír con otros oídos, paladear con otra boca y escuchar a través de otros oídos. Ser otra persona. Olvidarme de mi misma. Desaparecer para volver a ser de nuevo.
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