jueves, 14 de noviembre de 2013



    Se ha despertado tranquila como todos los días. Al menos eso intenta. Le ayuda la maravillosa industria  farmaceútica para conseguirlo.

     Con la misma goma mugrienta, por vieja no por sucia, solucciona la maraña de pelo mañanero y la convierte en algo parecido a un moño que será su peinado de toda la jornada. Total nadie se fijará en ella. Hace ya tiempo empezó a darse cuenta que iba desapareciendo, haciéndose casi transparente porque  pocas personas la conocían. Los suyos de siempre, la mayoría, ya no estaban.

     No siempre la muerte se lleva a las personas. Es la propia vida quien las mueve, las cambia de lugar o de circunstancias y todo lo que había sido contacto diario se transforma, inexorablemente, en dejadez. En olvido.

     Con la mente embotada por el sueño y los ojos medio cerrados arrastra sus pies doloridos por la madera hasta encontrarse con el baño. Rutina. Un vistazo de desaprobación en el espejo y comienza su proceso de aseo diario.

     Nunca le gustó vestirse sin notar la piel limpia, como de estreno.

     ¿Qué ponerse? pues ¡qué idiotez, más o menos lo de siempre! Y eso que todos los días se comprometía con ella misma a ponerse, a volver a ponerse, todos los sombreros, abalorios y demás complementos que había ido juntando y que casi eran como un tesoro. 

     Bah... hoy tampoco era necesario.

     Se para ante el amplio ventanal del salón. La persiana siempre subida para que la luz de la mañana lo invada todo y alimente sus plantas.

     Mientras sus ideas del nuevo día se adentran en su mente algo espesa, hace un recorrido visual por el verdor de las montañas que acunan el mar . 

     "Hace un día precioso"- piensa.

     Sopesa si va a desayunar. Nunca tiene hambre por las mañanas, aunque se sabe de memoria todas las recomendaciones médicas sobre el número de comidas diarias, los alimentos más saludables, la pirámide nutricional,... Con desgana se dirige a la cocina y se prepara un gran tazón de leche fría con cereales solubles y edulcorante. Unas galletas de fibra para mojar.

     Sentada ante el paisaje.

      No se da cuenta pero empieza a volar. 

     Atraviesa el cristal y toma altura. Recorre a gran velocidad y en vuelo rasante los palos de los barcos que fondean en el puerto. Toca con la punta de los dedos la superficie rizada del agua y la nota fría, muy fría. No en vano estamos en Noviembre. El viento acaba deshaciendo su tosco peinado y los rizos se despliegan en larga melena. Las manos hacia atrás y pegadas a su cuerpo le hacen coger altura y más velocidad. Ya lo sabe porque es un ave experimentada.

     En segundos deja el mar a su espalda y sobrevuela la montaña que explota de colores otoñales. Es un lienzo reposado de marrones, ocres, rojos y naranjas.

     Le tienta la idea de proseguir el viaje esa mañana. Es un bonito día para llegar al otro lado de una vez por todas.

     Moja la galleta en la leche. Suspira y lentamente acaba el desayuno. 

     Recoge, se lava los dientes y cuelga su bolso en el hombro.

     Un día más se ha sentido cobarde porque no sabe lo que hay al otro lado de la montaña. Ese miedo la mantiene atada a su rutina.

     "Mañana"- piensa.

     De un suave golpe deja su refugio y lo protege de los extraños con el tintinear de sus llaves.

     
     
     ( Dedicado a las que se siguen peleando con la vida )


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