martes, 8 de enero de 2013

     Ni siquiera sé cómo empezar a escribir.
     Siempre me ha horrorizado enfrentarme a una hoja en blanco, ya fuese para decir lo que pienso, lo que siento... como para pintar.
     En este caso, aún más, por si algún alma despistada pasa por aquí y tiene curiosidad por saber si lo que yo diga tiene algún interés.
     Adelanto que no. No tiene más interés que acompañarme en la soledad con vagos pensamientos y tristes reflexiones.
     La soledad...hoy la odio con intensidad.
     Me ronda. Nos ronda a muchos.
     Nos enfrenta a nosotros mismos y nos asoma a nuestra más íntima persona. A lo que somos realmente aún sin ser conscientes de ello.
     En el último tiempo he aprendido una dura lección que todavía me duele y me acompañará siempre hasta mi desaparición material de esta Tierra. Quizá hasta más allá, lo cual sería una dolorosa penitencia.
     He aprendido que no se puede buscar más compañía que la que de verdad te puede mirar a los ojos y acoger tus manos dándote calor humano. Aunque pase el tiempo lento, con sus minutos y sus horas, es preferible ese espacio vacío de sentimiento. Porque los espejismos se pagan caro. 
     Lástima no tener el abrazo que consuela, la palabra que llena, la mirada que te sonroja y te hace bajar la cabeza en un instante de rubor adolescente.
     Vacío.
     Llanto.
     Horizonte sin nubes, lineal y angustioso.
     ¿Qué hay detrás de esa delgada linea que me deja clavada en la orilla? No me muevo por miedo, por temor a no ser la persona valiente que se lanza en busca de la felicidad.
     Y la felicidad no viene a por uno. Hay que ir a buscarla todos los días.
     Yo no sé.
     Ya no sé y tengo miedo. 
     Quisiera la mano de mi madre para que me lleve a donde esté y sentirme en esa infancia protegida, donde las nubes del cielo son de algodón, el verano suena a risas y la paz te la da el calor  de tu cama limpia con sábanas blancas.
     Ya soy mayor y no puedo perderme en llamadas desesperadas. Lo que la vida y los demás esperan de mi es que afronte, busque, reaccione, me ocupe, no me queje, no grite, no llore,...
     He de asumir que lo que me quede, son páginas en blanco que he de rellenar con dignidad, sin tachones, escribiendo derecho y con buena letra.
     El título de mi pasar por aquí no lo sé.
     Pero si sé quienes tienen capítulos especialmente dedicados, quien me ha dejado huella, a quien he querido y aún quiero,...
     Pido disculpas si la historia de mi vida es aburrida, ... no he sabido escribirla mejor.


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